Si estás tratando de sacar adelante una empresa, conseguir nuevos clientes o simplemente no volverte irrelevante en tu entorno profesional, hay algo que no puedes ignorar: necesitas conectar con personas. No me refiero a dar “likes” en LinkedIn o mandar mensajes de voz que esperas que nunca contesten. Me refiero a hablar de verdad, escuchar, mostrarte, invertir tiempo en conversaciones que, sí, a veces te sacan de tu zona de confort, pero que también te abren puertas que los correos electrónicos simplemente no alcanzan.
Ya lo sabes, pero igual lo evitas. Porque sí, es más fácil esconderse tras la pantalla y hacer como que estás ocupado. Pero si de verdad quieres avanzar, te toca salir al mundo real.
Asiste a eventos y espacios de networking: no todo pasa en línea
¿Te parece incómodo ir a eventos de networking? Bienvenido al club. Pero eso no cambia el hecho de que funcionan. Participar en conferencias, seminarios o incluso esas reuniones locales a las que nunca pensaste ir puede parecer anticuado, pero es justo ahí donde pasa la magia.
Te rodeas de personas que también están construyendo algo, que también tienen problemas con proveedores, que también se enfrentan a la incertidumbre de ser su propio jefe. Y de repente, entre charla y charla, te das cuenta de que no estás solo. Que alguien ya pasó por lo mismo que tú. Que tal vez esa persona conoce a alguien que te puede ayudar. O que simplemente te da una perspectiva distinta que necesitabas escuchar.
Y no, no necesitas repartir tarjetas como si fueras vendedor de seguros en los años 90. Solo necesitas estar presente y escuchar con atención. Esa es la parte que la mayoría olvida.
El poder de la llamada telefónica: más útil de lo que quieres admitir
Si te da ansiedad hacer una llamada telefónica, no estás solo. Pero te tengo una noticia: es momento de superarlo. Porque cuando no puedes reunirte cara a cara, una llamada es lo más cercano a una conversación real. Tiene ritmo, tiene tono, tiene matices. Cosas que ningún mensaje de texto o correo electrónico logra transmitir.
Una llamada demuestra que estás dispuesto a invertir tiempo en la otra persona. Que te importa lo suficiente como para hablar, no solo escribir. Sí, requiere más energía. Pero también genera una conexión más profunda, más honesta. Y en un mundo saturado de comunicación superficial, eso te diferencia.
Ah, y por cierto: no necesitas que la llamada dure una hora. Diez minutos pueden ser suficientes si sabes escuchar y vas al punto. Pero hazla. Tu relación con esa persona no será la misma después.
No te saltes la conexión humana: los correos no generan confianza
Puedes tener una marca bien diseñada, un pitch impecable y una estrategia digital digna de un gurú de Silicon Valley. Pero si no sabes conectar con la gente en persona, todo eso sirve de poco. Porque la confianza, la verdadera, se construye con encuentros reales.
Una comida con un cliente, un café con un colega, una caminata con alguien que te inspira… esas cosas no se pueden automatizar. No se pueden “delegar” a una IA ni sustituir con una newsletter mensual. Son momentos donde las conversaciones fluyen sin agenda, donde surgen ideas inesperadas y donde se consolidan relaciones que importan.
Sí, el tiempo es limitado. Pero invertirlo en este tipo de conexiones no es un lujo: es una estrategia inteligente. Las personas hacen negocios con personas, no con logos ni con perfiles de redes sociales.
Rompe la rutina y elige la conexión directa (aunque incomode)
Ya lo sé. Estás ocupado. Tienes mil cosas que hacer. Y hablar con alguien cara a cara no siempre está en tu lista de prioridades. Pero si lo piensas bien, evitar ese tipo de interacciones es lo que te mantiene estancado. Porque las grandes oportunidades rara vez llegan por correo electrónico. Llegan por conversaciones inesperadas, por recomendaciones, por momentos de conexión real.
Cada vez que eliges quedarte en tu zona de confort digital, estás renunciando a eso. Estás perdiendo la posibilidad de que algo distinto suceda. Y no, no estoy hablando de magia ni de energía positiva. Estoy hablando de lógica básica: cuanto más conectas con otros, más puertas se abren. Punto.
Así que sí, da pereza. Sí, da miedo. Pero hazlo igual. Empieza por algo simple: llama a alguien con quien solo te has escrito. Invita a un cliente a tomar un café. O simplemente asiste a ese evento al que ibas a decir que no. Verás la diferencia.
Conclusión: la conexión humana no está sobrevalorada, simplemente te da flojera
En un mundo que insiste en digitalizar absolutamente todo, la conexión humana se ha vuelto un acto casi rebelde. Pero también es lo que sigue marcando la diferencia. No se trata de volverte el alma de la fiesta ni de convertirte en experto en networking. Se trata de estar presente, de escuchar, de mostrarte como alguien real.
Porque al final del día, las oportunidades más importantes llegan cuando alguien piensa en ti, confía en ti y decide apostar por ti. Y eso no lo consigues con un “gracias por tu tiempo” en un correo.
¿Te incomoda? Perfecto. Esa es la señal de que lo necesitas.